Un beso al aire

Falleció la abuela de Pablo y a él le hubiera gustado haberle dado un beso para despedirse de ella.

Ana trabaja en el hospital, evita darle un beso a su hija cuando llega a casa y duerme en el sofá.

Manuel es transportista  y su mujer Teresa trabaja en un supermercado, le gustaría poder besar a su hijo que está confinado con los abuelos, porque ellos estos días trabajan muchas horas.

Sergi está aislado en una habitación de su casa. A él y a su marido le gustaría poder acercarse a darse un beso.

Natalia visita a su madre y le deja comida ya que ella es muy mayor y le cuesta valerse por sí misma. Le gustaría besarla y sentarse cogidas de la mano para hablar como hacían antes, pero estos días le habla desde la puerta de la cocina y con una mascarilla puesta.

Ismael ha perdido su faena y su mujer no trabaja, cada noche da un beso a sus tres hijos antes de acostarse.

Mireia trabaja en una residencia de ancianos, le gustaría besar a su familia, pero lleva unos dias aislada de ellos.

Marina y Juan son autónomos los dos no ingresan nada, pero cada mañana se despiertan por los besos de sus hijas.

Míriam teletrabaja mucho estos días y le cuesta mucho encontrar ese momento para jugar con su hijo, lo besa cuando está dormidito.

Òscar y Èlia han enfermado y no pueden besar ni atender a su hijo de 2 años. 

Patricia a dado a luz a su primer hijo, también ha dado positivo en coronavirus, la mascarilla le impide darle el primer beso a su pequeño.

Hugo corre hacia la puerta cuando llega su padre de trabajar, no entiende porque ahora no le da un abrazo ni un beso de bienvenida.

Maria dibuja besos, los regala y los pega por las paredes de la casa.

Hoy es el día internacional del beso, aunque leo muchos comentarios de qué hacer cuando salgamos del confinamiento, la mayoría desean verse, tocarse y besarse con sus más allegados.

Me gustaría comparar la sensación que se vive estos días con ese bebé que nace y cogen poco para que no se malacostumbre.  Cuántas veces habré escuchado no lo cojas que lo vas malacostumbrar, ahora nosotros nos sentimos como esos bebés huérfanos de contacto y con cierta sensación de abandono, tenemos ganas de llorar por no poder abrazar a los nuestros y estamos tristes por no poder notar ese calor corporal. Aquí nos damos cuenta de esa necesidad innata de estar juntos y la importancia del contacto y el tacto. 

La esperanza es la que nos hace sobrevivir este momento, ya que sabemos que en más o menos brevedad volveremos a abrazarnos y besarnos, a diferencia de ese bebé que no sabe qué está pasando.

Ahora mismo las situaciones familiares son mucho más diversas que las que teníamos antes. Este virus es muy impersonal y está dejando huella en nuestra parte más emocional. Habrá quien podrá abrazar y besar a quienes lo acompañan en el confinamiento, otros que desean poderlo hacer pero la prudencia los frena… 

A veces parece más cálida y próxima una videoconferencia que verse distanciado cara a cara. En esta última situación puedes sentirte frío, distante, como si estuviéramos enfadados y con el máximo cuidado: no me toques, no me beses, no me abraces… Nunca nos hubiéramos imaginado lo difícil que es evitarse queriendote tanto y como se puede echar de menos estando a dos metros de distancia.

Pero por otra parte lo hacemos y lo soportamos, porque nos queremos.

Y termino igual como terminan muchas videoconferencias con…

¡un beso al aire!

Espero recoger de aquí muy pronto todos los que me han mandado a mi.

 Deseo que esos besos voladores sanen todo ese mal que está dejando este “Sr. virus”.

Un beso para todos.

Anna

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